Te recuerdo bajita, tímida, delicada,dulce, cariñosa, perfecta dueña de casa y algo insegura. No te pude decir vieja linda ya que nos separamos, tú con 36 y yo con 14.
Dura tarea crecer sin tu apoyo, tu amor y tu guía!!!
Cuando más te extrañé fue al tener mi primera hija; se me hizo patente la orfandad y me sentí sin saber que hacer con esa criatura en mis brazos. Lloré un día completo, me sentí desolada y muy perdida. Cuanto habría dado por tener un consejo, una palabra de aliento y un abrazo tuyo.
Difícil ser madre sin poder tener tu apoyo y compañía. Es andar a tientas, adivinando como caminar con esa responsabilidad.
Pero, al parecer te hiciste presente, no se cómo, cuando ni donde, pero logré la paz que solo las madres saben brindar. Luego saqué la tarea de criar a mis cuatro hijos.
Cuando superaron los 14 años, tampoco sabía como actuar con ellos. Me sentía insegura respecto a que conductas permitir y cuales reprimir. Me faltó un patrón, una imágen. Me costó mucho decirles "no". Trataba siempre de conversar con ellos y que entendieran. El "no" me parecía que nunca te lo escuché.
La vida, a ratos, se siente vacía, te acompaña un sin sentido y un silencio en que lo único que desearía es volver a escuchar tu voz.
Madre, ya se que nunca te apartaste de mi lado, que siempre me cuidas y me acompañas. Soy yo la que no escucha y no te siente.
Estoy segura que ser madre es para siempre, mucho más allá de esta existencia, son lazos eternos que se imprimen en el alma.
También se que yo te elegí para venir a este mundo y, por tanto, no tengo nada que reclamar respecto a tu partida, ya que seguro que también lo sabía.
Crecer sin ti, claro que fue muy duro, pero estoy segura que fue el motor que generó en mi el ser que soy.
Honro el haberte tenido y Honro el haberte perdido. Nos separamos sabiendo que era bueno para las dos y que así yo podría desplegar las alas que me permitieron recorrer todos los caminos que me condujeron hasta aquí y ser quien soy.
Madre, no sientas pena, yo te quiero porque me enseñaste a ser mujer, a darlo todo por el bien de los demás y a servir sin esperar nada. Así te recuerdo y eso lo llevo grabado en el alma.
Madre, tenías una carita feliz. Una sonrisa que te llenaba el rostro y una bondad que te hacía tan querible.
Hoy te siento a mi lado.
Hoy eres mi cómplice y mi confidente.
Hoy te digo que te quiero hasta el infinito y que algún día nos volveremos a reconocer.
Tu hija.
1 comentario:
Precioso Hermana!
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